La patota policial que, casi a la medianoche del 8 de octubre de 1996, había ingresado al piso de 400 metros cuadrados –con gimnasio, sauna, cama solar y un comedor para 15 personas– en la décima planta del edificio de la Avenida del Libertador 3540, parecía enardecida.
El sospechoso –que no se encontraba en el inmueble– poseía una veta muy tierna: coleccionaba ositos de peluche. Los intrusos, primero, destriparon uno blanco, y nada. Luego, otro negro con la camiseta de Boca; el resultado también fue negativo. Los ositos estaban “limpios”.
El presunto espía que oficiaba de soplón del ex juez Bernasconi https://t.co/zNwemyjgDS
— NoticiaNorte (@NoticiaNorte) October 14, 2022
Cuatro horas después continuaban sacudiendo sin éxito cada rincón del departamento. Pero, de pronto, como en una ficción ideada por un autor poco imaginativo, se detuvieron ante un jarrón de pie.
La siguiente escena tuvo lugar en la vereda, junto al portón vidriado del edificio, cuando el juez federal de Dolores, Hernán Bernasconi, fue rodeado por un tumulto de cámaras y micrófonos. Y dijo: “Hemos secuestrado medio kilo de cocaína, aproximadamente”. Sonreía de oreja a oreja.